Luego, consigo unas mallas y unos pantalones a precios ínfimos. Más tarde, compramos unos libricos y decidimos comer en Matemáticas. Con la tripilla apaciguada, decidimos mirar si hay alguna película para ver en el cine. Vamos a casa de Cuco y… ¡Cambio de planes! ¿Salimos esa misma madrugada? Vale, nos parece cojonutto, mas el tiempo, ahora, apremia. Yo he de ir a tatuarme todavía, Cuco tiene que comprar carretes y una pila para su nueva cámara de más de treinta años, yo he de cenar con Daniela, pues se marcha para Italia mientras estoy de caminatas… Vamos, que llevamos un buen trajín.
Las ocho y media y estoy preparando la mochila. Mensaje de Ana, que está en el parque. Pues me paso, claro que sí, aunque no tenga hecha ni media bolsa. La maleta (se la regalo a Daniela que no le cabe todo en las suyas), en la parrilla, y a pedalear se ha dicho. Parque Bruil, bien a gustito. Ana me regala una piedra para colgar: “Te dará suerte, ya lo verás” Estoy seguro de que sí, quillita. Muchas gracias. Pereza me da moverme, pero he de ver a Daniela todavía. Cenamos, me graba música, hablamos un ratillo y tengo que irme a terminar la mochila. Nos despedimos con un hasta luego. Espero que te vaya guachis quillita y te comas toda Italia por los pies. Que tiemblen, un koala ha llegado.
Termino la mochila a las doce pasadas, y hemos quedado a las 5.15. Me parece que dormiré poco otra vez…
¡Carretera y manta! Rumbas, patxanka y reggae animan el viaje. Huesca, Barbastro, Graus... van quedando atrás. En Benasque, el pan. Joder, es la panadería más difícil de encontrar de la historia. Ya no queda na’ para nuestro destino: el aparcamiento junto a Borda de Librada.
Nos ponemos las botas, nos preparamos para caminar - “Se me ha olvidado el mechero” – Dice Cuco. Pues sí que empezamos bien, porque a mí se me ha olvidado el frontal. Al final, consigue uno (se lo pide a no sé quien), y podemos iniciar el ascenso.
La subida es empinada y Cuco, que ha comido mal toda la semana (recién operado de la muela del juicio), empieza a no tener fuerzas. Afortunadamente, llegamos al Ibón Chico de Batisielles y podemos tomar un respiro.
Panorámica del Ibón Chico de Batisielles
Seguimos subiendo y a Cuco le da una pájara del carajo, así que se va quedando atrás. Como hay más gente ascendiendo, yo sigo a mi ritmo, porque si no sé que “moriré” en cualquier momento. Así que, china-chana, china-chana, llego hasta nuestro sitio de pernocta: El Ibón Grande de Batisielles. Cuco lo hará al rato ¡Lo hemos logrado! Miramos la hora: nos ha costado menos que el tiempo establecido.
Ibón Grande de Batisielles. Junto a él, excursionistas que había dejado atrás debido a mi ritmo frenético.
Habrá que comer ¿No? Sacamos la comida. La primera sensación: hay poca comida ¿Y dónde carajo están las salchichas? Bueno… No tenemos suficiente comida para pasar estos días. Cuco sugiere pescar unas truchas para cenar. Accedo, pero quillo no quiero verlas sufrir, es superior a mis fuerzas. Al final, tendremos tres truchas para añadir a la cena.
Cuco pescando
Después de comer, pescar, leer, descansar un ratillo, decidimos dar una vuelta para ver que podemos hacer el día siguiente.
Un diablillo anda suelto en Batisielles…
Nos vamos dirección las Agullas de Perramo. Vemos un montón de ibones por todos lados. Además, a lo lejos, un grupillo de corzos.
Corzos
Está avanzada ya la tarde, así que hay que regresar. No tenemos luz (se me olvidó el frontal), por lo que tendremos que cenar pronto y aprovechar la que nos ofrezca
Tapados hasta las orejas. Los mosquitos han mutado y se nos están comiendo vivos.
Llenos de picotazos, con poca cena (aunque suficiente), en nuestras tripas, y con la poca luz que nos queda vamos a la tienda. Allí, protegidos de los mosquitos nos tumbamos en los sacos. El libro por las primeras páginas y cada vez hay menos luz. No sé a que hora, pero no debía de ser muy tarde, me quedo dormido.
Buenas noches
Continuará…
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