jueves, 21 de junio de 2007

La vida es eterna en cinco minutos

Hoy (Miércoles), por primera vez, no me siento digno de llevarlo, porque me duele, porque pesa demasiado, porque aprisiona mi pecho donde permanece colgado. Recuerdo que hace unos días escribí sobre mi liberación, sobre la satisfacción que produjo romper las cadenas que aprisionaban mi corazón. Hice lo que me pedía, y me alegraba de ello. Antes de eso, hubo señales, mil señales, demasiadas casualidades como para no tenerlas en cuenta. Así que las tomé y mis actos, guiados ellos por el corazón, me llenaron de alegría, de satisfacción, me hicieron volar apaciblemente a varios metros de altura.

Una vez más, eran juegos de mis diosesillos, quienes, entretenidos, sabían de sobra cual sería el triste desenlace. Precipitado e inesperado final. De la ilusión de un nuevo comienzo, de un inicio diferente, de una nueva manera de acercarnos (entre nosotros, entre la gente), a la total y más frustrante incomprensión. Dolor, tristeza, desesperación. Momento de mirada perdida en los ojos vacíos. Instante de impotencia mientras, al otro lado, apenas había voz. Y al tiempo, la lluvia golpeando las ventanas del bar donde una desconocida amiga informaba de su inminente partida.

En cinco minutos, como decía Víctor Jara, la vida es eterna.

Y me llevo un trozo de ti,

y me pierdo un poco de mí

y que extraño sentirme así *

Adiós

* Letra de Cañaman

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