Hola mis quillos/as del Universo,
Hoy toca uno de esos escritos que me gustan, uno de esos en los que simplemente narro las cosas que acontecen a mi caótica vida. Os preguntaréis muchos/as el porqué de utilizar a menudo ese adjetivo para definir mi paso por el globo terráqueo. Leed insensatos/as, leed, y es que en dos días se resume lo que me pasa a lo largo del año una y otra vez: locura.
Día 27. Hemos estado cinco meses sin vernos, así que el reencuentro está marcado por la incertidumbre porque no sabemos cómo vamos a reaccionar. Al principio, tensión; después, liberación. Finalmente, me quedo con una buenísima sensación. Al despedirnos, me di cuenta de que el mejor regalo no era la abeja Maya. El mejor regalo fue tu visita, porque rompiste la maldición, esa mancha que empezaba a apoderarse de todo mi ser. Gracias, una vez más.
Voy a trabajar, y al salir decido llamar a una amiga (no voy a poner datos, por si alguien pudiera conocerla), puesto que sabía que se le había muerto un familiar. Es tarde, cerca de la 1.00, mas creo que debo llamarla para darle animitos y preguntar que tal está. Cojo el teléfono y me da señal. No lo coge, así que le dejo un mensaje: “Quilla, sólo te llamo para ver que tal estás”. Al rato, mi móvil empieza a sonar. “Es ella, vaya”. Descuelgo. Al otro lado la voz de un hombre: “No vuelvas a acercarte a X en tu vida, ni vuelvas a llamarla” “¿Qué?” “Ya lo has oído, que ni te acerques a ella, ni vuelvas a llamarla en tu vida. ¿Queda claro?” “¡Perdona! Soy un amigo y sólo he llamado para ver que tal está. Sé que se ha muerto su [familiar], y que menos que preocuparme por ella ¿no?” “Mira, ya te lo he dicho” Y cuelga. ¡Horrible! Un tembleque de piernas, una mala sensación… He de ir a tomarme una cerveza, buf… Amenaza telefónica y sin saber quién carajo es. Mal, mal.
Al día siguiente (bueno, ese mismo día al despertar), me llaman de un trabajo cojonutto. Me dicen que quieren que trabaje para ellos, que es lo que más les gustaría. Pero, cómo no, hay un impedimento. En este caso la funcionaria de turno, una incorregible desustanciada que en lugar de facilitar el trabajo de las personas que por su formación lo tienen difícil de encontrar, sólo pone trabas y trabas. Vamos, que no me lo pueden dar a pesar de que ese sea su máximo deseo. Muy bien, una vez más mi fortuna en la labora se escapa ante mi perpleja mirada.
Todo esto en menos de 24 horas. Ah, bueno, y la noticia de que el sábado 30 viene el mío pappa a comer con nosotros y que yo no podré asistir. La razón es sencilla: es el único maldito día de la semana que me toca currar al mediodía. No puede ser. Todos los puñeteros días trabajo de noche, todos, todos, todos… no, todos, no. Ese Sábado es la excepción, hay que joderse. Adivinad que horario llevo esta semana: totalmente de noche. Asúmelo todo esto, pequeño Pibe, o tírate a las vías del tren, jejejejé. Y se puede sumar que aún no tengo plan para Nochevieja. ¡Ole, con ole! Es verdad, lo único que queda es acogerse al Boogaloo para que te dé alegría y fuerzas, y lo hace, lo hace…
Día 29, comida con family y compinches. Me llama mi amiga, y me pide perdón. Esa misma mañana su [el de la llamada] le ha contado lo que hizo con bastante vergüenza y arrepentimiento. Qué le voy a decir: “Buah, no pasa nada, quilla, todo el mundo puede pasar por esto, no sé, no voy a hacer una montaña de un grano de arena. De verdad, lo pasé mal, claro está, pero ya ha pasado y no creo que deba tenerlo en cuenta. Gracias por llamar, porque, de verdad, necesitaba una explicación. Ya está, todo olvidado, un arrebato así, aunque no es muy normal, le puede pasar a cualquiera, de verdad, que no lo voy a tener en cuenta”.
Esa noche decido salir a rumbear ¡Tachán! Me sale plan para Nochevieja: marcharé a una fiesta en la que sólo conozco a la dueña de la casa. Es por ello que decido también que cenaré con la Conchi (mi súper compi de piso), a quien, por cierto, sí que le gusta ver películas subtituladas, pero que muchas veces no lo hace por purita pereza. Y de eso me entero ahora ¡Hay que joderse! La cena será en casa de unos compinches de ella que, obviamente, no conozco.
Nochevieja: lo dejamos para el próximo escrito.
Hoy toca uno de esos escritos que me gustan, uno de esos en los que simplemente narro las cosas que acontecen a mi caótica vida. Os preguntaréis muchos/as el porqué de utilizar a menudo ese adjetivo para definir mi paso por el globo terráqueo. Leed insensatos/as, leed, y es que en dos días se resume lo que me pasa a lo largo del año una y otra vez: locura.
Día 27. Hemos estado cinco meses sin vernos, así que el reencuentro está marcado por la incertidumbre porque no sabemos cómo vamos a reaccionar. Al principio, tensión; después, liberación. Finalmente, me quedo con una buenísima sensación. Al despedirnos, me di cuenta de que el mejor regalo no era la abeja Maya. El mejor regalo fue tu visita, porque rompiste la maldición, esa mancha que empezaba a apoderarse de todo mi ser. Gracias, una vez más.
Voy a trabajar, y al salir decido llamar a una amiga (no voy a poner datos, por si alguien pudiera conocerla), puesto que sabía que se le había muerto un familiar. Es tarde, cerca de la 1.00, mas creo que debo llamarla para darle animitos y preguntar que tal está. Cojo el teléfono y me da señal. No lo coge, así que le dejo un mensaje: “Quilla, sólo te llamo para ver que tal estás”. Al rato, mi móvil empieza a sonar. “Es ella, vaya”. Descuelgo. Al otro lado la voz de un hombre: “No vuelvas a acercarte a X en tu vida, ni vuelvas a llamarla” “¿Qué?” “Ya lo has oído, que ni te acerques a ella, ni vuelvas a llamarla en tu vida. ¿Queda claro?” “¡Perdona! Soy un amigo y sólo he llamado para ver que tal está. Sé que se ha muerto su [familiar], y que menos que preocuparme por ella ¿no?” “Mira, ya te lo he dicho” Y cuelga. ¡Horrible! Un tembleque de piernas, una mala sensación… He de ir a tomarme una cerveza, buf… Amenaza telefónica y sin saber quién carajo es. Mal, mal.
Al día siguiente (bueno, ese mismo día al despertar), me llaman de un trabajo cojonutto. Me dicen que quieren que trabaje para ellos, que es lo que más les gustaría. Pero, cómo no, hay un impedimento. En este caso la funcionaria de turno, una incorregible desustanciada que en lugar de facilitar el trabajo de las personas que por su formación lo tienen difícil de encontrar, sólo pone trabas y trabas. Vamos, que no me lo pueden dar a pesar de que ese sea su máximo deseo. Muy bien, una vez más mi fortuna en la labora se escapa ante mi perpleja mirada.
Todo esto en menos de 24 horas. Ah, bueno, y la noticia de que el sábado 30 viene el mío pappa a comer con nosotros y que yo no podré asistir. La razón es sencilla: es el único maldito día de la semana que me toca currar al mediodía. No puede ser. Todos los puñeteros días trabajo de noche, todos, todos, todos… no, todos, no. Ese Sábado es la excepción, hay que joderse. Adivinad que horario llevo esta semana: totalmente de noche. Asúmelo todo esto, pequeño Pibe, o tírate a las vías del tren, jejejejé. Y se puede sumar que aún no tengo plan para Nochevieja. ¡Ole, con ole! Es verdad, lo único que queda es acogerse al Boogaloo para que te dé alegría y fuerzas, y lo hace, lo hace…
Día 29, comida con family y compinches. Me llama mi amiga, y me pide perdón. Esa misma mañana su [el de la llamada] le ha contado lo que hizo con bastante vergüenza y arrepentimiento. Qué le voy a decir: “Buah, no pasa nada, quilla, todo el mundo puede pasar por esto, no sé, no voy a hacer una montaña de un grano de arena. De verdad, lo pasé mal, claro está, pero ya ha pasado y no creo que deba tenerlo en cuenta. Gracias por llamar, porque, de verdad, necesitaba una explicación. Ya está, todo olvidado, un arrebato así, aunque no es muy normal, le puede pasar a cualquiera, de verdad, que no lo voy a tener en cuenta”.
Esa noche decido salir a rumbear ¡Tachán! Me sale plan para Nochevieja: marcharé a una fiesta en la que sólo conozco a la dueña de la casa. Es por ello que decido también que cenaré con la Conchi (mi súper compi de piso), a quien, por cierto, sí que le gusta ver películas subtituladas, pero que muchas veces no lo hace por purita pereza. Y de eso me entero ahora ¡Hay que joderse! La cena será en casa de unos compinches de ella que, obviamente, no conozco.
Nochevieja: lo dejamos para el próximo escrito.
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