lunes, 4 de diciembre de 2006

Un día en Astún


Domingo. Las nueve de la mañana marcan la hora de viaje. Da igual que nos retrasemos, da igual que unos papeles, que unos programas, que unos imprevistos de última hora, hagan que nos dirijamos más tarde hacia mis queridos Pirineos. Ana, Runa (esa perrilla loca), “Gazpacho” y yo somos viajeros de día…

“Muerde los pies, muerde los pies. Ven, pa’ca, cuidao con la culebra, que muerde los pies”.

No hay nieve, las montañas en la penumbra muestran su decaído verdor. Los picos blancos anuncian la cercanía de los primeros copos en las pistas, mas la lluvia nos comunica que, quizás, hace todavía demasiado calor. Calor. Las caricias, las miradas, un simple paseo: eso da más calor. Que más da que fuera haga frío, que el Sol sólo se nos muestre con un tímido rayo atravesando las densas nubes, que el barro pisoteado refleje los días pluviosos de días atrás. Yo hoy sentí calor.

“No somos estrellas de mar, somos cangrejos de río”.



“El Pelusa” nos recibe como siempre: con su eterna sonrisa. La Taberna está a punto de abrir sus puertas (este Martes ya), y todo está en su punto. Ricas patatas con sepia nos dan, si cabe, más calor. Es acogedor. Será por su mobiliario de madera, será por sus vistas, será porque es “el Pelusa” quien lo lleva. Es acogedor y nosotros nos dejamos llevar; decidimos relajarnos, disfrutar y descansar. A los pies de las pistas todavía quedan remansos de paz.

“Si me muerde los pies yo la tengo que matar, si me muerde los pies yo no puedo ya bailar”.

Sí, para mí también ha sido un día muy bueno. Quizás, me habría gustado más haber estado sentado detrás, aunque allí también existan los cinturones de seguridad. Sí, para mí también ha vuelto a ser un día muy bueno.
“Un duende loco ya llegó, el duende del vino nuevo, perderemos la razón, el vino nuevo llegó”.

Gracias.
“Baila mi Guajira, Guajira Boogaloo”.

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