martes, 5 de diciembre de 2006

Al irnos de viaje

Nocturno. Sólo tres luces. Una en mi cara, otra en la ventana, la otra es la llama. Entra, recorre mi cuerpo, llena mis pulmones, engrandece mi pecho. Y sale, humo que se evapora ante mis ojos. Dos flores se cruzan, se muestran redondas. Entre ellas, una mariposa que vuela. Un hada, se trata de un hada. La estela que deja es de estrellas y, al fondo, la Luna. Hoy está preciosa. Ilumina las nubes grisáceas que, tímidas, reflejan nuestro vaivén del camino.

Un ladrido, ahora es silencio. Sentados, rodamos deprisa. Llegamos al río. Andamos más lento. Un ladrido, ahora es un eco. Paredes, edificios. Iluminada, resalta el azul, el verde, el misterio. Los trazos, colores, los muros. Y miro, ahora es silencio. Camino de espaldas y, mientras, me alejo.

Escribo. Llama iluminada que enciende mi pecho. Hoy no quiero estar lejos de la casa y el árbol. Hoy no quiero irme a dormir sin dedicarte una canción. Vivo entre la yuca y la palma, entre el café y la locura. Vivo entre la hierba y la magia de blanca espesura. Me río, lo entiendo, siquiera lo evado. Gracioso confuso, en tierra, tragado. Que suerte que tengo: palabras que arrullan hoy velan mi sueño…

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