Aproveché mi primer día de vacances para acercarme al cinema y visualizar Biutiful. Apenas tenía referencias sobre esta película. Sólo sabía que trabajaba Bardem, que su director era el señor Iñarritu y que a Marta le había gustado. Unos pocos ingredientes, pero suficientes, me llevaron a tomar la decisión de adentrarme en la oscuridad de la sala y esperar a que se proyectara la luz.
Salí del cine con una muy buena sensación. La película me había gustado y había una escena que, para mí, contenía el mensaje que más claramente nos quiere transmitir Iñarritu en este filme. Para ello, coge a Bardem y lo convierte en nexo de unión de un montón de problemas sociales con los que convivimos pero que, en multiplicidad de ocasiones, parecen estar ocultos en las calles y las casas de nuestra urbe. Quizás, este es el punto en el que la película puede caerse: el protagonista vive demasiadas calamidades. Tantas, tantas, que parece casi increíble. Y eso lo aleja de una percepción de realidad con respecto al espectador. Es decir, contrapone la vida y el comportamiento casi irreal de Úxbal, que se mueve entre el bien y el mal, entre la maldad y la excesiva benevolencia, con la cruda realidad que viven muchas personas que nos rodean. Adquiere así un aspecto de fábula que poco, o nada, parece tener que ver con una película que se mueve entre la miseria, la oscuridad, la fatalidad y la muerte.
Pero, quizás allí es donde podemos asirnos para no caer en esa fundamentación de que Iñarritu hace una denuncia social hacia la explotación de los inmigrantes y que lo hace desde el elitismo, desde la incredibilidad, desde una visión alejada y superficial. Sin duda, es así como lo hace. Y, en mi opinión, lo hace así porque así es como lo vivimos nosotros/as. Porque, día a día, la sociedad vive de espaldas a todo tipo de exclusión social, a todo ese tipo de situaciones que lleva consigo el aumento de la desigualdad que crece y crece con este sistema económico basado en la competitividad. Iñarritu no critica las situaciones de explotación, ni la de la intolerancia o incomprensión hacia la homosexualidad, ni a las mafias, ni a la policía... Iñarritu nos critica a nosotros/as (incluido a él mismo, creo yo, si quiere ser coherente), porque ante esta problemática damos la espalda y, como en la película, nos vamos de discotecas.
Salí del cine con una muy buena sensación. La película me había gustado y había una escena que, para mí, contenía el mensaje que más claramente nos quiere transmitir Iñarritu en este filme. Para ello, coge a Bardem y lo convierte en nexo de unión de un montón de problemas sociales con los que convivimos pero que, en multiplicidad de ocasiones, parecen estar ocultos en las calles y las casas de nuestra urbe. Quizás, este es el punto en el que la película puede caerse: el protagonista vive demasiadas calamidades. Tantas, tantas, que parece casi increíble. Y eso lo aleja de una percepción de realidad con respecto al espectador. Es decir, contrapone la vida y el comportamiento casi irreal de Úxbal, que se mueve entre el bien y el mal, entre la maldad y la excesiva benevolencia, con la cruda realidad que viven muchas personas que nos rodean. Adquiere así un aspecto de fábula que poco, o nada, parece tener que ver con una película que se mueve entre la miseria, la oscuridad, la fatalidad y la muerte.
Pero, quizás allí es donde podemos asirnos para no caer en esa fundamentación de que Iñarritu hace una denuncia social hacia la explotación de los inmigrantes y que lo hace desde el elitismo, desde la incredibilidad, desde una visión alejada y superficial. Sin duda, es así como lo hace. Y, en mi opinión, lo hace así porque así es como lo vivimos nosotros/as. Porque, día a día, la sociedad vive de espaldas a todo tipo de exclusión social, a todo ese tipo de situaciones que lleva consigo el aumento de la desigualdad que crece y crece con este sistema económico basado en la competitividad. Iñarritu no critica las situaciones de explotación, ni la de la intolerancia o incomprensión hacia la homosexualidad, ni a las mafias, ni a la policía... Iñarritu nos critica a nosotros/as (incluido a él mismo, creo yo, si quiere ser coherente), porque ante esta problemática damos la espalda y, como en la película, nos vamos de discotecas.
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