Agosto. Día 8
Teníamos programada, para ese día, la visita al Museo Romano de Mérida, edificio construido por un arquitecto que ya apareció por acá en alguna ocasión: Rafael Moneo. Al cruzar el Puente para ir a la zona histórica (estábamos al otro lado del río), lo primero que teníamos que hacer era buscar un sitio para desayunar. Descubrimos, al visualizarla en un plano, la existencia de la calle John Lennon.
- "Vamos, vamos a pasar por ella"
Justo, enfrente de la placa que anunciaba la calle, un bar. Era obvio: Nuestros desayunos, durante nuestra estancia emeritense, serían en la calle John Lennon.
- "Vamos, vamos a pasar por ella"
Justo, enfrente de la placa que anunciaba la calle, un bar. Era obvio: Nuestros desayunos, durante nuestra estancia emeritense, serían en la calle John Lennon.
Plaquita identificativa de la calle John Lennon. Foto tomada desde dentro del establecimiento de los desayunos.
En uno de sus laterales, se puede ascender a diferentes niveles que permanecen abiertos a la nave central. Éstos están iluminados por lucernarios fabriles, con lo que reciben una luz indirecta claramente contrastada con la de la nave central, con lo que remarcan, más si cabe, el sentido del edificio.
Por otra parte, el uso del ladrillo como material constructivo produce un claro contraste con el blanco mármol de la mayoría de las obras allí expuestas. Contraste no sólo visual, sino también claramente funcional.
Así, en el interior del edificio, Moneo establece un juego de luces y sombras, de espacios, alturas y planos, que convierten esta arquitectura en una auténtica obra de arte. Mientras, el exterior, sobrio y frío, se levanta como un mero envoltorio. De esta manera, contenido y continente configuran un espacio museístico digno de ser visitado y disfrutado al máximo.
La noche estaba destinada a ir al Teatro Romano de Mérida para ver Lisístrata. La emoción iba adueñándose de nosotros (sobre todo de Martinguis), a medida que se acercaba la hora de la representación. Sentados ya en las gradas, esperábamos ilusionados ese momento. Se apagaron las luces y comenzó la obra. Al finalizar, sólo pudimos expresar nuestra decepción absoluta. Terracita y un orujito de hierbas para comentar la jugada. Pero, la pequeña reseña a semejante aberración vendrá en una entrada a parte...
Agosto: Día 9
Era el día visitar los importantes vestigios que han permanecido en la ciudad. De mañanita, bajo un Sol de justicia, tocaba el turno de la Casa del Anfiteatro, el Anfiteatro y el Teatro Romano. Por la tarde, después de un café en un bar, en que una pareja de seres muy pintorescos ratificó nuestra opinión sobre Lisístrata, y con las pocas fuerzas que ya nos quedaban, nos dio para visitar El Acueducto de Los Milagros, El Centro Interpretación Basílica de Santa Eulalia y el Circo.
Llegamos al hogar realmente cansados. Eso nos llevó a tomar la sabia decisión de prepararnos una cenica en el balcón del hostal. Ya quedaban pocas horas para viajar destino Faro. Portugal ya estaba cerca y queríamos realizar el viaje más o menos descansados.
Tenía muchas de conocer el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, edificio que dio renombre internacional a Rafael Moneo y del que hice una pequeña reseña en una de mis tesinas, al hacer un pequeño recorrido por sus obras antes de centrarme en aquella que era objeto de mi estudio. Por eso, creo, la ilusión que crecía en mí a medida que nos acercábamos iba en aumento. Al entrar, pude apreciar esta maravilla de museo.
Frente a mí, tenía una gran nave central realizada a través de un sistema de muros perforados por un gran arco, el cual posee las mismas dimensiones que el Arco de Trajano conservado en la misma ciudad. Esto crea una perspectiva visual fascinante, puesto que parece que te adentras en una especie de nave abovedada en cuyos extremos se abriesen "capillas" . A medida que avanzas, en los muros se crea un ritmo de luces y sombras debido a la luz directa que entra por las claraboyas.
Frente a mí, tenía una gran nave central realizada a través de un sistema de muros perforados por un gran arco, el cual posee las mismas dimensiones que el Arco de Trajano conservado en la misma ciudad. Esto crea una perspectiva visual fascinante, puesto que parece que te adentras en una especie de nave abovedada en cuyos extremos se abriesen "capillas" . A medida que avanzas, en los muros se crea un ritmo de luces y sombras debido a la luz directa que entra por las claraboyas.
En uno de sus laterales, se puede ascender a diferentes niveles que permanecen abiertos a la nave central. Éstos están iluminados por lucernarios fabriles, con lo que reciben una luz indirecta claramente contrastada con la de la nave central, con lo que remarcan, más si cabe, el sentido del edificio.
Por otra parte, el uso del ladrillo como material constructivo produce un claro contraste con el blanco mármol de la mayoría de las obras allí expuestas. Contraste no sólo visual, sino también claramente funcional.
Así, en el interior del edificio, Moneo establece un juego de luces y sombras, de espacios, alturas y planos, que convierten esta arquitectura en una auténtica obra de arte. Mientras, el exterior, sobrio y frío, se levanta como un mero envoltorio. De esta manera, contenido y continente configuran un espacio museístico digno de ser visitado y disfrutado al máximo.
La noche estaba destinada a ir al Teatro Romano de Mérida para ver Lisístrata. La emoción iba adueñándose de nosotros (sobre todo de Martinguis), a medida que se acercaba la hora de la representación. Sentados ya en las gradas, esperábamos ilusionados ese momento. Se apagaron las luces y comenzó la obra. Al finalizar, sólo pudimos expresar nuestra decepción absoluta. Terracita y un orujito de hierbas para comentar la jugada. Pero, la pequeña reseña a semejante aberración vendrá en una entrada a parte...
"Tú lo vas a ver...
voy a portarme bien"
voy a portarme bien"
Agosto: Día 9
Era el día visitar los importantes vestigios que han permanecido en la ciudad. De mañanita, bajo un Sol de justicia, tocaba el turno de la Casa del Anfiteatro, el Anfiteatro y el Teatro Romano. Por la tarde, después de un café en un bar, en que una pareja de seres muy pintorescos ratificó nuestra opinión sobre Lisístrata, y con las pocas fuerzas que ya nos quedaban, nos dio para visitar El Acueducto de Los Milagros, El Centro Interpretación Basílica de Santa Eulalia y el Circo.
Llegamos al hogar realmente cansados. Eso nos llevó a tomar la sabia decisión de prepararnos una cenica en el balcón del hostal. Ya quedaban pocas horas para viajar destino Faro. Portugal ya estaba cerca y queríamos realizar el viaje más o menos descansados.
"Si tenéis mucho calor, pasar por la calle de Santa Eulalia,
os refrescará con su microclima..."
os refrescará con su microclima..."
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