Desperté el Domingo. Le conté a Marta que había tenido un sueño. Ella estaba en Macerata de Erasmus y yo viajaba a visitarla. Allá, Macerata era distinta. Había muchas casas blancas con persianas de esas de madera que se enrollan con una cuerda. Recorríamos sus calles e intentábamos quedar con una amiga suya que nunca llegaba... Llegaba la hora de mi regreso y, presurosos, fuimos por las calles de esa Macerata que mi cerebro construía a su antojo. Mi salida era inminente, así que, al final, no veíamos a su amiga.
Esa misma noche abrí mi correo de acá el del Blog, buzón que reviso cada bastante tiempo, algo así como cada dos semanas. Había un menaje de una quilla que me escribía desde Mallorca.
Hoy quedamos a echar un café. Le conté a Marta que había entrado en contacto con una quillita que quería viajar a Macerata y que, cosas de la vida, había caído en mi Blog. Así que me pedía información. Desde ese momento, habíamnos seguido enviándonos mensajes con aclaraciones, invitaciones viajeras, invitaciones de de casas y frijoles...
Yo no había caído en esa extraña coincidencia. Soñé con una Macerata en que Marta estaba de Erasmus... Ese mismo día, por la noche, abrí mi buzón de acá (ese que visito algo así como una vez cada dos semanas), y allá, una quilla que por motivos universitarios, me pedía información (tan sólo dos días antes), de cómo llegar a Macerata.
Nueva casualidad inmersa en la causalidad...
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