Hace un par de semanas marché al cinema con la intención de visualizar "una peli de terror que está recibiendo muy buenas críticas". Avisé a la mía mamma de que iría a cenar a la suya casa y, así, acercarme luego a los Renoir.
- "¿Qué vas a ver?"
- "Déjame entrar. Un peli de vampiricos"
Mi anterior (y última hasta el momento), cita con la filmografía vampírica fue, debido a una salida programada con nuestros/as quillicos/as del Centro de Tiempo Libre, con Crepúsculo, una película donde se le da una estúpida vuelta de tuerca a mis queridos no-muertos y en la que nada se pide al espectador más allá de visualizar una cinta de amor para adolescentes. Acá, nada se cuestiona. Los vampiros buenos son "vegetarianos" (chupan la sangre de animalitos), mientras que los malos, como no, matan a los humanitos inocentes del harmonioso pueblo; se nos presenta a los no-muertos como seres maniáticos hasta la médula, ¡no más!: "uy, no me siento al lado de la quillica guapa no se sabe porqué"; "los días muy soleados, como soy muy blanquito, mejor me quedo en casa, que si no pierdo mi aspecto gótico de tienda glamourosa"; "como somos una familia de rarunos, mejor no nos juntamos con los/as chavalicos/as del insti", etc. Vale, que luego descubres que el olor de la sangre de ella le vuelve loco; que con el Sol, en lugar de morir (no me jodas, pinchegüei), el cuerpo le brilla como si estuviese rodeado de diamantes; que la familia vampírica prefiere no meterse en líos aceptando el romance de uno/a de ellos/as con un humanito normal y corriente.
Si a toda esta majadería, le sumas unos cuantos "espectaculares" efectos especiales, un porrón de "chicos/as guapos/as" (¿el protagonista-come-anchoas es guapo? ¿Y el cara niño esmirriado?), y un poquico de acción... y una inteligente operación previa de lanzamiento al mercado... ¡taquillazo a la vista!
Salí de la sala con la decepción de pensar que el mito del vampiro se iba al carajo. Me imaginé que muchos niños/as y adolescentes de hoy iban a tener su primer acercamiento al mito del vampiro con estos no-muertos edulcorados que pueden vivir bajo la luz del Sol y se dedican a succionar la sangre de esos seres inferiores al ser humano (convenido así por purito y mezquino interés), en lugar de aquellos seres malditos que aterrorizaban a poblados enteros que descubrí al leer Drácula y visualizar, posteriormente (a temprana edad, todo hay que decirlo), esas pelis de la Hammer que echaban por la tele con Christopher Lee y Peter Cushing, con sus afilados colmillos, el erotismo de las quillas ligeras de ropa, las estacas clavándose en el corazón, las cenizas de la muerte bajo el Sol, las persecuciones a vida y muerte...
Me introduje en la sala. Estábamos cuatro gatos. Me puse en una fila no muy alejada. Tenía ganas de ver lo que se me iba a presentar. Salí de la sala. Tomé a Boogaloo y me puse a pedalear hacia el hogar. Hablé con Marta. Me fui a dormir... A los días, íbamos hacia Tarazona y le pregunté:
- "¿Si fuese un vampiro y tuviese que matar cada noche o dos a alguien, me admitirías?"
Debatimos sobre el valor de la vida y cómo se ha establecido éste por cultura. Hablamos de los animales y de nuestra impuesta superioridad. Charlamos sobre la necesidad de la comida para poder sobrevivir... Finalmente, me dijo que sí.
La película es fría, como sus nevados paisajes, como la piel de Eli, como el rostro apenas expresivo de Oskar. Es pausada, pero llena de ritmo. Es extrañamente humana, porque los humanos son crueles (acosan y humillan al protagonista en el cole), son bufones borrachines de barrio, o tenemos a un protagonista cuyos máximos sentimientos mostrados son la venganza y la ira), mientras que nuestra querida no-muerta, la no-humana, es quizás, la que más sufre, la que más "humana" se nos presenta, la que se avergüenza de su olor, la que llora al no saber si podrá preservar su amor. Es silenciosa, porque con los gestos y las miradas, se nos cuentan las cosas para las que no existen palabras. Es contenida, pero con fuerza al mismo tiempo, como demuestra esa impresionante escena de la piscina en la que, fuera de campo (y por tanto ajena a los ojos del espectador), tiene lugar una ensañada matanza cuyos resultados se muestran una vez sucedidos.
Esa noche, había visto una bonita historia de amor. Un amor que lo supera todo. Una deliciosa (aunque macabra), manera de mostrar cómo dos seres solos (uno por raro -insultado, rechazado en el colegio-, la otra por ser diferente -no olvidemos que es una vampiro-), y aislados de la sociedad, se encuentran, se enamoran y deciden luchar por mantenerse juntos. Será él quien aceptará que "su chica" tenga que alimentarse de sangre humana, que no pueda soportar la luz del Sol (o morirá envuelta en llamas), que sea una máquina de matar... Será él quien ganará la seguridad de no sentirse solo nuca más. Y aquí, es donde al espectador se le pide algo más, esa reflexión que no aparecía en Crepúsculo, porque aquí no hay vampiros malos ni buenos: aquí hay una no-muerta que tiene que matar para poder seguir deambulando por este Mundo nuestro. ¿Supera el amor todas las barreras y hemos de luchar por él hasta la médula?
Esa noche, había visto una terrorífica historia de amor. Un amor que no es tal, sino de engaño y desolación. Una deliciosa manera de mostrar a una sanguinolenta no-muerta que consigue con sus artimañas y poderes malignos (no olvidemos que es uno de esos tópicos recuperados del mito del vampiro), un nuevo esbirro que le proporcionará cobijo y alimento (al igual que hacía el personaje del principio de la película), aprovechándose de la situación de soledad y vulnerabilidad que posee el niño. Y aquí, es donde al espectador se le pide algo más, esa reflexión que no aparecía en Crepúsculo: ¿no será eso lo que, a veces, acepta la gente en el amor en esta sociedad actual?
Es una película que no deben de perderse, mis cuates.
- "¿Qué vas a ver?"
- "Déjame entrar. Un peli de vampiricos"
Mi anterior (y última hasta el momento), cita con la filmografía vampírica fue, debido a una salida programada con nuestros/as quillicos/as del Centro de Tiempo Libre, con Crepúsculo, una película donde se le da una estúpida vuelta de tuerca a mis queridos no-muertos y en la que nada se pide al espectador más allá de visualizar una cinta de amor para adolescentes. Acá, nada se cuestiona. Los vampiros buenos son "vegetarianos" (chupan la sangre de animalitos), mientras que los malos, como no, matan a los humanitos inocentes del harmonioso pueblo; se nos presenta a los no-muertos como seres maniáticos hasta la médula, ¡no más!: "uy, no me siento al lado de la quillica guapa no se sabe porqué"; "los días muy soleados, como soy muy blanquito, mejor me quedo en casa, que si no pierdo mi aspecto gótico de tienda glamourosa"; "como somos una familia de rarunos, mejor no nos juntamos con los/as chavalicos/as del insti", etc. Vale, que luego descubres que el olor de la sangre de ella le vuelve loco; que con el Sol, en lugar de morir (no me jodas, pinchegüei), el cuerpo le brilla como si estuviese rodeado de diamantes; que la familia vampírica prefiere no meterse en líos aceptando el romance de uno/a de ellos/as con un humanito normal y corriente.
Si a toda esta majadería, le sumas unos cuantos "espectaculares" efectos especiales, un porrón de "chicos/as guapos/as" (¿el protagonista-come-anchoas es guapo? ¿Y el cara niño esmirriado?), y un poquico de acción... y una inteligente operación previa de lanzamiento al mercado... ¡taquillazo a la vista!
Salí de la sala con la decepción de pensar que el mito del vampiro se iba al carajo. Me imaginé que muchos niños/as y adolescentes de hoy iban a tener su primer acercamiento al mito del vampiro con estos no-muertos edulcorados que pueden vivir bajo la luz del Sol y se dedican a succionar la sangre de esos seres inferiores al ser humano (convenido así por purito y mezquino interés), en lugar de aquellos seres malditos que aterrorizaban a poblados enteros que descubrí al leer Drácula y visualizar, posteriormente (a temprana edad, todo hay que decirlo), esas pelis de la Hammer que echaban por la tele con Christopher Lee y Peter Cushing, con sus afilados colmillos, el erotismo de las quillas ligeras de ropa, las estacas clavándose en el corazón, las cenizas de la muerte bajo el Sol, las persecuciones a vida y muerte...
Me introduje en la sala. Estábamos cuatro gatos. Me puse en una fila no muy alejada. Tenía ganas de ver lo que se me iba a presentar. Salí de la sala. Tomé a Boogaloo y me puse a pedalear hacia el hogar. Hablé con Marta. Me fui a dormir... A los días, íbamos hacia Tarazona y le pregunté:
- "¿Si fuese un vampiro y tuviese que matar cada noche o dos a alguien, me admitirías?"
Debatimos sobre el valor de la vida y cómo se ha establecido éste por cultura. Hablamos de los animales y de nuestra impuesta superioridad. Charlamos sobre la necesidad de la comida para poder sobrevivir... Finalmente, me dijo que sí.
La película es fría, como sus nevados paisajes, como la piel de Eli, como el rostro apenas expresivo de Oskar. Es pausada, pero llena de ritmo. Es extrañamente humana, porque los humanos son crueles (acosan y humillan al protagonista en el cole), son bufones borrachines de barrio, o tenemos a un protagonista cuyos máximos sentimientos mostrados son la venganza y la ira), mientras que nuestra querida no-muerta, la no-humana, es quizás, la que más sufre, la que más "humana" se nos presenta, la que se avergüenza de su olor, la que llora al no saber si podrá preservar su amor. Es silenciosa, porque con los gestos y las miradas, se nos cuentan las cosas para las que no existen palabras. Es contenida, pero con fuerza al mismo tiempo, como demuestra esa impresionante escena de la piscina en la que, fuera de campo (y por tanto ajena a los ojos del espectador), tiene lugar una ensañada matanza cuyos resultados se muestran una vez sucedidos.
Esa noche, había visto una bonita historia de amor. Un amor que lo supera todo. Una deliciosa (aunque macabra), manera de mostrar cómo dos seres solos (uno por raro -insultado, rechazado en el colegio-, la otra por ser diferente -no olvidemos que es una vampiro-), y aislados de la sociedad, se encuentran, se enamoran y deciden luchar por mantenerse juntos. Será él quien aceptará que "su chica" tenga que alimentarse de sangre humana, que no pueda soportar la luz del Sol (o morirá envuelta en llamas), que sea una máquina de matar... Será él quien ganará la seguridad de no sentirse solo nuca más. Y aquí, es donde al espectador se le pide algo más, esa reflexión que no aparecía en Crepúsculo, porque aquí no hay vampiros malos ni buenos: aquí hay una no-muerta que tiene que matar para poder seguir deambulando por este Mundo nuestro. ¿Supera el amor todas las barreras y hemos de luchar por él hasta la médula?
Esa noche, había visto una terrorífica historia de amor. Un amor que no es tal, sino de engaño y desolación. Una deliciosa manera de mostrar a una sanguinolenta no-muerta que consigue con sus artimañas y poderes malignos (no olvidemos que es uno de esos tópicos recuperados del mito del vampiro), un nuevo esbirro que le proporcionará cobijo y alimento (al igual que hacía el personaje del principio de la película), aprovechándose de la situación de soledad y vulnerabilidad que posee el niño. Y aquí, es donde al espectador se le pide algo más, esa reflexión que no aparecía en Crepúsculo: ¿no será eso lo que, a veces, acepta la gente en el amor en esta sociedad actual?
Es una película que no deben de perderse, mis cuates.
1 comentario:
Pues esta la quiero ver.
Crepusculo la ví el otro dia y, a mi personalmente, no me disgusto. La peli es mala de cojones, la verdad, pero pa pasar el rato...
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