
Sin duda, Boyle nunca ha estado en un cañón, porque en éste (el de la película), no se oye el viento y, mucho menos, el silencio. Tampoco ha pasado sed, porque estar de excursión y no tener agua es mucho más angustioso de lo que refleja el personaje. Basada en un hecho real, en este filme, nada es creíble. Así, y sumando las majaderías que va insertando el director en el devenir del futuro autoamputado Aron Ralston, difícilmente uno puede meterse en la película y sentir un mínimo de empatía hacia el protagonista.
En mi opinión, una de las películas más flojas (por detrás del remake de Pesadilla en Elm Street), que he visto en cine en el último año.
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