Pitalito – Cali: Cootranshuila: 35000 COL
Montamos en un colectivo cuya definición más acertada es la de “cafetera” con ruedas. En éste no había televisión (sólo un agujero cuadrado en su lugar), los asientos tenían partes rotas y el motor sonaba como el de un avión a puntito de despegar. El trayecto es en dirección Popayán por una pista sin asfaltar que cruza la cordillera y parte del valle.
A las dos horas de arrancar, realizó una parada en un restaurante sito en “algún punto de la nada”. Afortunadamente, decidimos coger una bandejita con comida para llevar, porque no volvió a parar en el resto de itinerario. Fue de esta bandeja de la que, entre bote y bote, pudimos almorzar en el autobús, llevándonos la comida con el tenedor a cualquier parte de la cara mientras, entre giro y giro de cabeza, y meneo y meneo de la mano, intentábamos encestar en la boca.
Montamos en un colectivo cuya definición más acertada es la de “cafetera” con ruedas. En éste no había televisión (sólo un agujero cuadrado en su lugar), los asientos tenían partes rotas y el motor sonaba como el de un avión a puntito de despegar. El trayecto es en dirección Popayán por una pista sin asfaltar que cruza la cordillera y parte del valle.
A las dos horas de arrancar, realizó una parada en un restaurante sito en “algún punto de la nada”. Afortunadamente, decidimos coger una bandejita con comida para llevar, porque no volvió a parar en el resto de itinerario. Fue de esta bandeja de la que, entre bote y bote, pudimos almorzar en el autobús, llevándonos la comida con el tenedor a cualquier parte de la cara mientras, entre giro y giro de cabeza, y meneo y meneo de la mano, intentábamos encestar en la boca.
Acá tiene mejor pinta de lo que realmente era la "cafetera con ruedas"
La llegada a Popayán fue frenética. Vienen a recogernos al colectivo y nos llevan corriendo por la terminal para coger otro autobús. Sin duda, nunca olvidaremos una de esas frases que provocan un cortocircuito cerebral: “Tranquilos, éste autobús también es confortable”. ¡Tendrán morro! Sin duda, el anterior era de una confortabilidad exquisita…
Unas cuantas horas más de viaje y comenzamos a entrar en Cali. Mala suerte, nos toca control policial. Como no, me piden la documentación. Mas, al escuchar mi voz y percatarse de que soy español, pasan de mí.
Hay trancotes por toda la ciudad. Es horrible. Nos pegamos casi una hora y media desde que nos había parado el control hasta llegar a la terminal. Allá, estaban Diego, Patricia y Diego Andrés, ya bien crecidito… ¡Buf, está grande del carajo!
Por fin, habíamos llegado a Cali. Lo que iban a ser unas ocho horas se habían convertido en casi diez... ¡Terriblemente agotador!
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