Fuimos a la filmoteca a ver Per un pugno di dollari (Por un puñado de dólares), de Sergio Leone. A mí el wéstern es un género que nunca me ha apasionado y, sinceramente, cada vez que veo una película de este género me va gustando más. Me avisó el Sr. Joven y como me parecía un buen plan, allá que me fui...
Los créditos de esta película ya me predispusieron a ella. Las siluetas recortadas en ese dominio del rojo y el negro ya me estaban dejando fascinado: violentas y llenas de movimiento no me dejaban apartar la vista de la pantalla. Finalizadas, la primera escena de la película ya me dejaba algo traspuesto. No entendía nada: "los malos" disparaban a los pies de un niño de apenas cinco años mientras el supuesto "héroe" de la película miraba impasible lo que acontecía. Algo no me encajaba. Sabía que iba a visualizar un wéstern que no me esperaba.
La película, que claramente muestra un bajo presupuesto, adolece de un guion más elaborado. Personajes llevados hasta lo más extremo del topicazo: los malos son muy malos y, además, en cierto aspecto muy tontos cuando lo tienen que ser; y el prota, el "hombre sin nombre" (Clint Eastwood), un embaucador (que manipula demasiado fácilmente), frío y duro hasta provocar el escalofrío. Esto provoca, a veces, situaciones de lo más surrealista, que podrían llegar hasta a sonrojar.
Pero, sin duda, la dirección intenta suplir esta carencia, tanto que esta película asentó las bases de lo que se conoce como spaghetti western, caracterizado por una estética sucia a la vez que estilizada y por unos personajes aparentemente carentes de moral, rudos y duros. Aquí ya no hay justiciero bueno, sino que éste traspasa la frontera y se mueve, según le convenga, en las mismas lides que el bandido malo. No hay más ley que la de las armas, ejecutadoras finales de los planes que se llevan entre manos los diferentes personajes.
Si la extrema sobriedad de Clint Eastwood se torna casi imprescindible para esta película, también lo es la magnífica banda sonora de Ennio Morricone, que forma parte de los actores, del paisaje, impregnando todo lo que acontece. Y para cerrar, no podemos olvidarnos del manejo de la cámara, de esos primeros planos muy cortos, de esa búsqueda del detalle de cada uno de los gestos de los protagonistas, del montaje lleno de ritmo, que nos puede llevar una estética muy cercana al cómic. Vaya, y sin querer, volvemos a los créditos de inicio.
Los créditos de esta película ya me predispusieron a ella. Las siluetas recortadas en ese dominio del rojo y el negro ya me estaban dejando fascinado: violentas y llenas de movimiento no me dejaban apartar la vista de la pantalla. Finalizadas, la primera escena de la película ya me dejaba algo traspuesto. No entendía nada: "los malos" disparaban a los pies de un niño de apenas cinco años mientras el supuesto "héroe" de la película miraba impasible lo que acontecía. Algo no me encajaba. Sabía que iba a visualizar un wéstern que no me esperaba.
La película, que claramente muestra un bajo presupuesto, adolece de un guion más elaborado. Personajes llevados hasta lo más extremo del topicazo: los malos son muy malos y, además, en cierto aspecto muy tontos cuando lo tienen que ser; y el prota, el "hombre sin nombre" (Clint Eastwood), un embaucador (que manipula demasiado fácilmente), frío y duro hasta provocar el escalofrío. Esto provoca, a veces, situaciones de lo más surrealista, que podrían llegar hasta a sonrojar.
Pero, sin duda, la dirección intenta suplir esta carencia, tanto que esta película asentó las bases de lo que se conoce como spaghetti western, caracterizado por una estética sucia a la vez que estilizada y por unos personajes aparentemente carentes de moral, rudos y duros. Aquí ya no hay justiciero bueno, sino que éste traspasa la frontera y se mueve, según le convenga, en las mismas lides que el bandido malo. No hay más ley que la de las armas, ejecutadoras finales de los planes que se llevan entre manos los diferentes personajes.
Si la extrema sobriedad de Clint Eastwood se torna casi imprescindible para esta película, también lo es la magnífica banda sonora de Ennio Morricone, que forma parte de los actores, del paisaje, impregnando todo lo que acontece. Y para cerrar, no podemos olvidarnos del manejo de la cámara, de esos primeros planos muy cortos, de esa búsqueda del detalle de cada uno de los gestos de los protagonistas, del montaje lleno de ritmo, que nos puede llevar una estética muy cercana al cómic. Vaya, y sin querer, volvemos a los créditos de inicio.
Los créditos de esta película ya me predispusieron a ella. Ahora, no puedo más que recomendarla porque me agradó en demasía.
"Adiós amigo"
"Adiós amigo"
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