Después de una larga parada en el “senderismo para toda la Galaxia”, volvemos con una ascensión en la Sierra de Gúdar: la cumbre del Peñarroya.
Se trata de una ruta circular que parte desde Alcalá de la Selva, justito donde se sitúa la señal de la GR-8 dirección Valdelinares, muy cerquita de la entrada a Alcalá de la Selva viniendo desde Mora de Rubielos.
Comenzamos la caminata por una pista forestal que, al kilómetro aproximadamente, se convierte en senda. Un poco antes de que ésta retome la pista por donde discurrirá la GR-8, debemos desviarnos por la senda que se bifurca hacia nuestra izquierda.
Esta parte no está señalizada, razón por la que, en la foto que precede estas líneas, aparece una mochila en el cruce y unas pisadas dibujadas señalando el camino a seguir.
Pronto, comenzamos a andar entre muros de piedra hasta que nos adentramos en los primeros bosques, momento en que la senda se estrecha y empezamos a tomar altitud. Después de estar un rato caminando, casi, casi, en línea recta, llegamos a un tramo en que tenemos que zigzaguear y que es difícil de seguir. Por eso está bien tomar como referencia dos cosas: la primera, las señales pintadas en algunas rocas (en la imagen, dentro del círculo rojo, una señal existente y resaltada con la computadora, nos ofrece un ejemplo de éstas); la segunda, una valla que, a partir de cierto momento, siempre será visible (a mayor o menor distancia), a nuestra izquierda.
Pasado este trecho y una especie de pequeño claro en el bosque, llanearemos un rato hasta llegar a la Masía de la Solana.
Dejaremos ésta a nuestra derecha, para no confundirnos y no tomar la pista forestal que nos haría descender hacia la GR-8, cogiendo un sendero que nos llevará a la pista que nos inicia en la parte final de nuestra “aventura”.
Dejaremos esta pista cuando divisemos el cortafuegos, ya en el último tramo del ascenso. Subiremos por éste hasta cruzar la pista (que no tomaremos), e iniciar los últimos metros hasta la cumbre del Peñarroya.
Un poquito de llegar al vértice geodésico, sito sobre un pedestal de piedras, podemos apreciar el monumento a los guardas forestales.
Desde éste, iremos al mirador, que nos ofrece una magnífica panorámica de la zona.
Al ladito de éste, apreciamos unas escaleras que nos indican el camino a seguir para descender. De nuevo, en este tramo, hay que prestar mucha atención, pues serán los hitos o mojones los que nos indicarán por donde descender la montaña. Realmente, éste es un atajo que nos conduce, por una fuerte pendiente, campo a través, en lugar de bajar hacia Alcalá de la Selva por la pista. De hecho, se podría coger ésta justo en el punto en que nos habíamos cruzado con ella al subir. No obstante, descender por la pista, alargaría la excursión unos cuantos kilómetros y, ¡qué carajo!, es más bonito caminar por la sendita.
Desde que iniciamos el descenso por esta empinada pendiente, cruzaremos una primera pista, una segunda y, finalmente, llegaremos a aquella por la que transita la GR-8. Tenemos dos opciones: la primera, continuar dirección hacia Alcalá de la Selva; la segunda, desviarse unos 500 metros, por una pista sin apenas desnivel, hasta el área recreativa de la Chaparrilla para tomar un refrigerio y, en caso de necesidad, poder rellenar las cantimploras. Ésta fue nuestra opción, puesto que nos encontrábamos cerca de las 3 de la tarde y el hambre golpeaba nuestros estómagos con contundencia.
Una vez que hemos tomado ese deseado tentempié, tenemos que retroceder hasta el cartelito que nos anunciaba las direcciones a seguir.
Desde este punto, sólo nos queda seguir la GR-8, con las vistas de Virgen de la Vega a nuestra izquierda, hasta el punto donde habíamos iniciado la etapa.
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