Imagen extraída de: http://violencia-iecs.blogspot.com
A pesar de que soy defensor de darle un enfoque de género al lenguaje y de avanzar, por tanto, hacia un uso no sexista del lenguaje (que efectivamente se da), considero que, en muchas ocasiones, se sacan las cosas de quicio...
La discusión comenzó con la palabra presidenta. Afirmé rotundamente que sería mucho más correcto haber seguido utilizando la palabra presidente para citado cargo, sea hombre o mujer quien lo ejerza. La palabra presidenta lleva ya un tiempo en el diccionario y, por lo tanto, hay que utilizarla; sin embargo, yo no veo ningún lenguaje sexista si hubiéramos aceptado la forma: la presidente. Veamos:
La forma presidente pertenece al grupo de sustantivos terminados en -ante o -ente, procedentes en gran parte de participios de presente latinos, y que funcionan en su gran mayoría como comunes, en consonancia con la forma única de los adjetivos con estas mismas terminaciones (complaciente, inteligente, pedante, etc.): el/la agente, el/la conferenciante, el/la dibujante. No obstante, en algunos casos se han generalizado, en el uso (y están ya en el diccionario), femeninos en -a, como clienta, dependienta o, como ya hemos señalado, presidenta.
Me preguntaba yo ¿qué sucede con juez? Los que acaban en -l o -z tienden a funcionar como comunes: el/la cónsul, el/la corresponsal, el/la capataz, el/la juez, el/la portavoz, en consonancia con los adjetivos terminados en estas mismas consonantes, que tienen, salvo poquísimas excepciones, una única forma, válida tanto para el masculino como para el femenino: dócil, brutal, soez, feliz (no existen las formas femeninas dócila, brutala, soeza, feliza). No obstante, algunos de estos sustantivos han desarrollado con cierto éxito un femenino en -a, como es el caso de juez/jueza, aprendiz/aprendiza, concejal/concejala o bedel/bedela. ¿Por qué se ha hecho esto cuando podía haberse mantenido solamente el juez y la juez, cuyo género está marcado por el empleo del artículo, si nos atenemos de manera estricta a las reglas gramaticales del español? No olvidemos que, en nuestra lengua, la mayoría de las palabras terminadas en –ez tienen género gramatical femenino (la nuez, la esbeltez, la candidez, etc.), con lo que, sinceramente, lo extraño sería decir el juez. Quizás, entonces, sería más correcto decir el juezo y la juez.
Otro debate surgió con la palabra miembro. En principio, por regla gramatical, tendríamos que decir la palabra miembra, pues sería lo correcto, como sucede con médico/a, abogado/a. De hecho, si se tratase de una profesión, defendería su uso. No obstante, si acudimos a la definición encontramos: “parte de un todo”, “que forma parte de un conjunto, una comunidad o cuerpo moral”, “Cada una de las extremidades del hombre o de los animales articuladas con el tronco”. Entonces, en el caso de aceptarse miembra, las piernas, manos, orejas,…, ya no serían miembros de nuestro cuerpo, sino miembras.
Acá, se me podrá objetar, basándose en un estereotipo bien asentado, que opino esto por ser hombre. Señalaré a mi favor dos cosas. Una, que conozco a muchas mujeres que piensan como yo (e incluso, son más extremistas en la utilización de ciertas formas consideradas sexistas –como juez para ambos sexos-), en el uso del lenguaje. Dos, que mi componente biológico no me ha condicionado en mi educación, la cual considero, por mantener el discurso, masculina y femenina.
La discusión, en mi opinión, viene dada en la aceptación (o no aceptación) de que hay palabras que son comunes para ambos géneros (puesto que su terminación no connota ninguno de ellos), sino que éste es acordado por el artículo. Es obvio que esto pasa en las profesiones y que, la cabeza, por desgracia, lleva a pensar que muchos cargos sean realizados por hombres (puesto que ejercieron esas profesiones durante mucho tiempo –hecho social, que no lingüístico-), y no por personas de ambos sexos (una vez que la mujer se incorporó en el denominado mercado laboral).
¿Pero qué sucede cuando hablamos de una eminencia? Aquí vemos una palabra cuyo género nadie discutiría como femenino (por terminación y artículo), pero que está comprobado (y hay textos por la red que sirven para ello y que funcionan), que se atribuye en un elevadísimo porcentaje (por no decir en un 95% de las ocasiones), a la figura del hombre. ¿Acaso eminencia, gramaticalmente, tiene género masculino? Para cambiar esta situación, tendríamos que llegar a emplear un eminencio (para hombres) y una eminencia (para mujeres).
Quizás la clave no sea llegar a extremismos (en ocasiones bastante llamativos), que no hacen avanzar ni, en mi opinión, cambiar ciertas percepciones sociales. Quizás la clave consiste en visualizar realmente (por medio de educación, los medios de comunicación, las instituciones, etc.), cual es la verdadera situación social de la mujer (y obviamente la laboral), para cambiar una inequidad de género que todavía existe. Una vez logrado eso, seguramente, nuestras cabezotas no estereotipen ciertas profesiones.
No podíamos dejarnos el uso de la @, que no está permitido por no ser un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo.
Para defender su uso (al igual que el de utilizar ciertos “femeninos” en el lenguaje), se hace un llamamiento a la evolución, a la adaptación a los nuevos tiempos. La evolución llevaría consigo admitir, entonces, formas lingüísticas utilizadas muy comúnmente o que, simplemente, podríamos denominar más intuitivas según las normas gramaticales: anduve (por anduvo); cabió (por cupo); condució (por condujo); yo colgo (por cuelgo). La evolución, siempre y cuando destruya riqueza no es evolución. Así que utilizar una @ por no buscar un sinónimo, un genérico, palabra colectiva, palabra abstracta, perífrasis, etc., es obviar la riqueza de nuestra lengua y, por lo tanto, no una evolución.
Igualmente, podríamos señalar con el cambio “de género” (sin atender a las normas gramaticales), en las palabras que sirven para ambos géneros (se define por el artículo), y que, también por condicionante genérico (es decir, social, educativo, etc.), que no lingüístico, se ha asentado como supuestamente hecho evolutivo. De nuevo, pierde la riqueza de una lengua que, de seguir así, perderá palabras que podríamos denominar “neutras” (aunque no sea correcto llamarlas así), aceptando que todas tienen que tener masculino y femenino a la fuerza.
Sinceramente, creo que es todo lo contrario a evolucionar, puesto que esto hace todavía más visible la concepción de dos géneros, diferenciándolos una y otra vez, en lugar de aceptar que palabras comunes a ambos géneros (hablo de aquellas que acaban en –ente, -ante, -l, -z, -f, -t, y no de las que terminan en –o, -or, -n, -s, por ejemplo), puedan englobar a hombres y mujeres por igual. Y esto se logra por un verdadero cambio social, no por cambiar sin criterio algunas palabras del lenguaje.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo: que manía de sacar de quicio las cosas más tontas habiendo un montón de cosas más importantes que solucionar. Será una manera de tenernos entretenidos con nimiedades, sigo yo.
Un besazo guapo!
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